En el último número de la revista «Child Development» publican un interesante estudio en el que han seguido a 169 adolescentes y adultos jóvenes durante 10 años (de los 15 a los 25) investigando la calidad de sus amistades y relacionándolo con la salud mental. El objetivo es poder prevenir la ansiedad social en nuestros hijos. El estudio, que arroja unos resultados muy interesantes, es de Rachel Narr de la Universidad de Virginia.
En el artículo se concluye que la calidad de las amistades durante la adolescencia podría predecir, de forma directa, aspectos de la salud mental y emocional a largo plazo. Por tanto, como progenitores, no debemos preocuparnos de que nuestros hijos tengan muchos amigos, sino de la calidad de esas amistades. Base de la ansiedad social.
Se encontró que los adolescentes más populares (con mayor número de amigos), pero con amigos de menor calidad, tendían a ser más propensos a padecer ansiedad social durante su vida. En cambio, los adolescentes menos populares, pero con amigos de mejor calidad tendían a mejorar en varios aspectos de la salud mental.
Tabla de contenidos
Un análisis de la situación de las amistades de los adolescentes actualmente nos lleva sin duda a las redes sociales. Podríamos hablar de las ventajas y de los peligros de estas, pero resumiendo diremos que estas herramientas sociales, contienen sin duda, unas ventajas relacionales en los menores, ya que les permite abarcar mayor número de conocidos / amistades. Aunque, por contra, permite que los menores no necesiten profundizar del mismo modo en sus relaciones actuales. Pueden fácilmente cambiar de amistad o de grupo. Cambiar con excesiva facilidad de grupo interaccionaría acorde con el estudio, no nos permitiría prevenir la ansiedad social en nuestros hijos.
Los menores pueden fácilmente desechar aquellas amistades con las que tienen algún tipo de desavenencia, sin enfrentarse a aspectos relacionales que permitirán su crecimiento emocional. Así, existirán aspectos como la tolerancia a la frustración que no se desarrollarán correctamente, provocando futuros problemas de salud mental.
Así, el estudio de Rachel Narr nos viene a demostrar, precisamente, que tener muchos amigos puede dañar la salud mental del adolescente durante su vida. En cambio, tener pocos amigos pero de calidad puede fortalecerla.
Una vez conocido este aspecto crucial en la educación, nos podemos preguntar: Qué podemos hacer como progenitores para ayudar a conseguir amistades de calidad a nuestros hijos?. Recomendamos también leer el anterior artículo publicado estrés y ansiedad social en la adolescencia.
En edad preescolar (0 a 6 años)
En esta edad será necesario estar cerca del menor cuando se relacione con sus amigos. Serán frecuentes los enfados por conseguir objetos, las peleas físicas (mordeduras, pegar….). Deberemos ayudarle a solucionar los conflictos sin golpear ni humillar a sus amigos. Estas situaciones, que serán muy frecuentes, nos permitirá hacerle ver como expresar estas emociones.
Estar cerca nos permitirá observar como interacciona nuestro hijo con los iguales. Potenciaremos sus puntos fuertes y le ayudaremos a interaccionar con el grupo. Le ayudaremos a distinguir si se está relacionando con un niño más o menos tímido y como actuar en las diferentes situaciones sociales. Siempre desde un punto de vista lo más didáctico posible.
Es importante hacerle ver al menor que la situación de enojo es temporal. Por tanto, no debe romper una relación por un enfado y es recomendable esperar a que se le pase para actuar.
Huelga decir, que los menores nos van a tener como punto de referencia. Tendremos que mostrar como resolvemos las diferencias los adultos con diálogo y adoptando los puntos de vista del otro.
Durante la edad escolar (6 a 12 años)
Es común durante esta edad confundir dos conceptos diferenciados. Una cosa es potenciar la autonomía del menor y otro muy diferente, dejarlo sin una guía en las situaciones que lo requieren, como por ejemplo en los conflictos. No se puede aprender el concepto de las amistades saludables sin el apoyo o referencia de lo que suponen. Del mismo modo, conocer el entorno en el que se está moviendo nuestro hijo resultará fundamental.
Hay que potenciar la autonomía, pero realizando un seguimiento de las características relacionales de nuestro hijo, sus amigos y entorno.
Nuestro consejo es intentar estar cerca de los amigos de nuestro hijo. Conocer su entorno es fundamental. Por tanto recomendamos permitir que sus amigos vengan a casa para poder observar sus interacciones. Estar implicado en las actividades del colegio para conocer como interaccionan y si es posible relacionarnos con el resto de los padres. Todo ello nos permitirá hacernos una idea de como es el universo de nuestro hijo y así poderlo orientar específicamente.
A medida que el menor va creciendo va aumentado la importancia de su grupo social.
Si nuestro hijo es tímido habrá que potenciar que no se bloquee en las interacciones. Si es activo o muy sociable, habrá que hacerle ver que necesita permitir la interacción de otras personas. Hay que adaptar los consejos a su personalidad y la de su entorno.
Será vital enseñarle a comunicar con escucha activa. Es una técnica que permite escuchar activamente al otro intercomunicador, para poder así ofrecer respuestas acordes. Se trata de una técnica muy efectiva en la resolución de conflictos. De ese modo, conseguiremos dotarle de tolerancia a la frustración. Se lo enseñaremos en nuestras interacciones con otros adultos y en nuestra propia relación con los menores.
Los padres también enseñaremos a nuestro hijo que pueden utilizar las amistades para comunicar sus problemas. De esa manera ayudamos a nuestro hijos a adquirir resiliencia. La amistad no es únicamente el juego y el ocio, de hecho la calidad de ésta se mide por la posibilidad de explicar nuestros problemas,
Los medios de comunicación de los menores tienen que ser adecuados para su edad. Si todavía no es capaz de manejar la comunicación telefónica o las redes sociales es mejor no proporcionarle las herramientas. Tenemos que dejar atrás nuestra necesidad de estar comunicado con nuestro hijo permanentemente, con ello le dotaremos de autonomía.
Intentaremos darle más herramientas de comunicación a medida que vaya manejando la comunicación básica, pero no antes. No hay necesidad de que tenga un teléfono móvil.
Adolescencia
Normalmente se trata de una época que genera mucho miedo entre los adultos. La influencia puede ser muy perjudicial para nuestros hijos. No en vano, entre los 13 y los 15 años, se inician en el consumo de alcohol, cigarrillos y drogas. No obstante, la influencia de otros adolescentes también puede resultar protectora y de apoyo.
Será de nuevo importante conocer como está madurando nuestro hijo con respecto al grupo. Ese conocimiento nos hará saber como puede resultar de influenciable respecto al grupo. Asimismo sabremos si es una figura con capacidad de influencia.
Los adolescentes más populares, todo y que normalmente tienen más habilidades sociales y un carácter más influenciador, pueden estar en un reto constante de parecer adultos. Más tarde, en la escuela superior, al haber tenido amistades más superficiales, se quedan vacíos y sin mecanismos para mantener su estatus.
Será importante entender que sus amigos/as cambian. Los intereses de los iguales mutan considerablemente y si un año han estado jugando a fútbol todas las horas, al siguiente, deciden únicamente concentrarse en los videojuegos. Ello supone un cambio y un reto.
Será importante que los adolescentes sepan conversar en grupo. Utilizar el sentido del humor y ser capaces de tolerar la burla y burlarse igualmente de manera amistosa. De esa forma se genera un vínculo que perdurará siempre, ya que ese nivel de vínculo relacional estrechará los lazos de las personas.
Anime a su hijo a tener charlas sobre todo tipo de cosas. De esa manera permitimos al adolescente que se forme su propia opinión. En las charlas con un adulto no se permitirá ese desarrollo, ya que los adultos tenemos nuestra opinión formada y sin darse cuenta no permitimos al adolescente expresar sus ideas.
De nuevo en esta etapa será fundamental estar en contacto con el resto de padres del entorno de nuestro hijo para poder compartir información. Queremos recordar que una de las preguntas que todo adolescente se va a hacer es ¿Soy normal?. Si les imponemos unos límites más estrictos que a los demás (hora, dinero, móvil, etc) podemos hacerles tener una visión diferente o no normal al resto del grupo, por tanto será recomendable la comunicación entre adultos para fijar unas normas comunes.
Por último, creemos que será importante contar con la ayuda de otro adulto que sea habilidoso en su relación con el adolescente para poder obtener información por una fuente más cercana a su entorno.
Resumen
- Un factor de protección contra la ansiedad social es el desarrollo de la amistad, con un sentido de calidad.
- Como progenitores, debemos ayudar a los menores a desarrollar esa capacidad en todas las etapas para protegerlos de la ansiedad social.
- En etapa preescolar acompañaremos al menor señalando aspectos de comunicación. Durante la edad escolar acompañaremos al menor y la enseñaremos tolerancia a la frustración, empatía y resiliencia. Ya en la adolescencia, les acompañaremos desde la distancia.
- Como adultos estaremos presentes en todas las etapas, interviniendo de forma diferente según la personalidad del menor y su entorno.
- Un factor fundamental en todas las etapas será el ejemplo propio en las interacciones y la gestión de la ansiedad social.
- Las redes sociales y el teléfono móvil son herramientas que se deben que usar cuando el menor esté preparado para ello y no antes. Tema que merecería un capítulo aparte de la ansiedad social.
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