En cada etapa de la vida hay un proceso de crecimiento personal. Hemos hablado mucho de la importancia de la etapa infantil. Un buen desarrollo de esta propiciará beneficios en las sucesivas. Aunque durante la adolescencia, el proceso de crecimiento es mucho más complejo. Existen cambios corporales, psicológicos y relacionales, que producen novedades importantes en el menor. Estos cambios, en muchas ocasiones, comportan estrés y ansiedad. Debido a la rapidez con que se produce, nos encontramos que los padres no tienen herramientas para ayudar en el proceso de crecimiento y en evitar que tengan Estrés y ansiedad en la adolescencia.
Estas variaciones suceden de manera muy rápida en la adolescencia, y en muchas ocasiones, el menor, no tiene tiempo de integrarlas. Además, es un periodo de mucha fragilidad emocional. Se está desarrollando la identidad personal y carece de herramientas para gestionar estos procesos de cambio.
El propio proceso de cambio y de desarrollo personal, de la adolescencia, hace que el menor necesite alejarse de las figuras que han sido su referencia hasta el momento. Así, intentará apoyarse en el grupo de iguales u otras figuras nuevas, que le permitan desarrollar una identidad propia y diferenciada de sus progenitores. Ello produce una dificultad en las figuras referentes hasta el momento (los padres normalmente), que muchas veces no saben como actuar, ya que el menor intenta romper todas las normas, precisamente para crear las suyas propias y así facilitar su proceso identitario.
La adolescencia se trata de un periodo con muchas dificultades, pero que siguiendo ciertas estrategias, puede desarrollarse de una manera mucho más natural.
Es un periodo, que normalmente produce cierto rechazo y miedo por parte de los adultos, pero que ciertamente no hay que temer. Hay que afrontarlo con una serie de claras estrategias. Pero, ¿cuáles son estas estrategias que podemos utilizar para acompañar este proceso de crecimiento?
Tabla de contenidos
1. Ayudarles a reconocer los síntomas.
Lo primero que hay que hacer, es ayudar al adolescente a reconocer la ansiedad, los cambios de humor, dificultades de sueño o la irritabilidad, es decir, ayudarle a reconocer los síntomas. Más que recriminarle por esos síntomas es intentar hacerle ver lo que implican y porque surgen. También hacerles ver que detrás de ellos están los cambios a los que está haciendo frente.
Éste será un paso sumamente importante, ya que muchas veces, el adolescente sufre más por el propio desconocimiento de lo que le está pasando, que por los propios cambios.
2. Favorecer el grupo de amigos
El grupo de iguales es de suma importancia en este periodo, ya que son el grupo que da sentido a su vida y ayuda al crecimiento de su identidad. Es a ellos a quienes van a explicar sus problemas y el adolescente necesita de su soporte. Es por ello que muchas veces colocarán al grupo por encima del resto de cosas, hay que ver esto como dentro de la normalidad del periodo. Así, nuestra función será, en realidad, la de potenciar que el adolescente mantenga sus vínculos sociales, ya que necesita diferenciarse de los adultos y buscar espacios de intimidad.
3. El papel de los padres es fundamental.
Los padres han de tener mucha capacidad de adaptación a la nueva situación. Hay que tener constantemente vías de diálogo abiertas con los menores y atender sus puntos de vista. En las conversaciones hay que tener en cuenta su nuevo punto de vista como adulto, y no como niño, ya que si no es atendida de este modo, haremos que el menor se cierre. Todos sus puntos de vista hay que tratarlos de una manera seria, permitiendo al menor que los desarrolle, intentando apuntarle nuestro punto de vista, aunque siempre desde un plano de escucha y de igual a igual.
4. Actividades saludables
Hay que intentar fomentar una rutina de actividades saludables antes de la adolescencia, que ayuden al menor a descargar el estrés del periodo. La actividad física será fundamental, y si es realizando deportes de equipo mucho mejor. Estos deportes les permitirá descargar y al mismo tiempo relacionarse con iguales, formando parte de un grupo y permitiendo que se diferencien de los adultos. También podemos promover que hagan actividades con nosotros, pero siempre que sean de su interés, no imponiendo.
El hábito del sueño es muy importante, ya que la falta de éste puede conducir a estrés, cansancio, irritabilidad y otros problemas. Por eso, seremos responsable de estipular un horario adecuado de descanso, con un mínimo de 8 horas, y limitando la exposición de horas a las pantallas, que dificultan el sueño. Todo ello deberá ser explicado minuciosamente. También podemos crear hábitos con actividades relajantes que permitan conciliar el sueño: la lectura, meditación, música.
Ni que decir tiene, que los menores van a observarnos detalladamente por si hacemos lo que les recomendamos. Precisamente porqué se consideran y exigen el trato de igual a igual. Así, habrá que predicar con el ejemplo y tener buenos hábitos de vida.
De mismo modo, hay que promover hábitos saludables, en la adolescencia y en otras etapas, en cuanto a la alimentación y que tengan la información necesaria en cuanto a hábitos saludables a nivel de drogas y hábitos sexuales. Tiene que existir una vía abierta al diálogo en estos aspectos.
5. Acudir a un profesional
Puede darse el caso, que aunque estemos realizando ya todas las recomendaciones descritas, y aun así, el adolescente tenga problemas de ansiedad y estrés. En ese caso, recomendamos consultarlo con un profesional sin demora.
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