Uno de los mayores riesgos que existen en la educación actualmente es la sobreprotección infantil. El instinto de protección, lógico, a nuestros hijos, unido a los miedos ante posibles riesgos, hacen que se fragüe algo que, muy sutilmente, puede tener consecuencias desastrosas en nuestros menores. De hecho se ha convertido en el principal problema educativo de la actualidad, con unas consecuencias fácilmente detectables y extrapolables a la edad adulta.
«Cualquier ayuda innecesaria es un obstáculo para el desarrollo»
Maria Montessori
Hay conductas en que se ve muy claramente que hay sobreprotección, todos pensamos en esas madres/ padres helicópteros que no dejan respirar al niño. Pero hay otras mucho más sutiles, que vamos a ver en el artículo y que no se ven tan claramente. Quizás estés sobreprotegiendo sin darte cuenta.
¿Qué es la sobreprotección infantil?
Se entiende por sobreprotección infantil la privación de la realización de conductas al niño que puede realizar por sí mismo, es decir, eximirles de realizar cosas para las que están capacitados. Si nos fijamos en la definición, probablemente, cualquier padre o madre esté sobreprotegiendo, de una manera más o menos clara, a sus hijos.
Esta exención en la realización de acciones o pensamientos priva al niño de enfrentarse con situaciones que le hacen entrenarse, y hace que carezca de las habilidades y conocimientos necesarios básicos para su supervivencia por sí mismo. Eso también genera unas consecuencias emocionales importantes, como la inseguridad y dependencia, provocando en muchos casos comportamientos inadecuados.
Para tomar conciencia de si estamos sobreprotegiendo, conviene examinar las situaciones en que están implicados nuestros hijos y ver si están capacitados para realizarlas. ¿Las efectúan otros niños de su edad? En caso afirmativo, ¿por qué no el nuestro? ¿Hay algo que se lo impida?. Como en otras cosas, se hace necesario pararse a reflexionar sobre lo que estamos haciendo, y contrastarlo con otras fuentes.
Pongo algunos ejemplos de diferentes edades:
- Tiene la suficiente fuerza para atarse los zapatos pero no lo hace
- Tiene la fuerza suficiente para vestirse pero no lo hace
- Puede coger una cuchara, pero todavía le damos la comida
- Sabe para qué sirve cada prenda de vestir, pero le escogemos la ropa cuando puede
- Tiene fuerza suficiente, pero le atamos el cinturón de seguridad
- Se pone a llorar y no es capaz de salir él mismo de su tristeza, acudimos a consolarle inmediatamente.
Podríamos seguir poniendo ejemplos hasta el infinito, pero creo que con los ejemplos queda claro lo que me refiero. En el otro extremo estaría la autonomía, e intentar acercarnos más a esta y huir de la sobreprotección debería ser un objetivo primordial en la educación.
Intentar huir de la sobreprotección y acercarnos a la autonomía, y verlo como dos extremos diferenciados debería convertirse en una prioridad educativa.
Jordi Martínez psicólogo
¿Qué es la autonomía?
Autonomía es lo contrario de la sobreprotección. Es tratar al niño o niña como un igual, respetando su capacidad para tomar decisiones y realizar acciones. Viéndolo como una persona con plena capacidad de tomar sus decisiones y ejecutar sus acciones, regalándole la confianza necesaria para hacerlo cuando dude o esté inseguro.
Aunque eso, de ningún modo, quiere decir dejar que haga lo que quiera ni mucho menos. Será necesario ponerle límites e informarle de las consecuencias de sus acciones. Será muy importante ver claramente la diferencia entre los castigos y las consecuencias. (recomiendo leer el artículo). Privarle de las consecuencias naturales de sus acciones será claramente otro tipo de sobreprotección.
La autonomía se puede fomentar en 4 ámbitos diferenciados, obviamente habrá que tener en cuenta la edad del niño y sus capacidades:
- Plano físico. Será el ámbito donde se le irá permitiendo al niño tener más responsabilidad de su propio cuerpo. Utilizar un cuchillo, comer solo, ducharse solo, ir a comprar el pan a la tienda de abajo, etc.
- Ámbito emocional. Aquí entraría todo lo que tiene que ver con la educación emocional. Permitir que el niño explore las diferentes emociones sin interponernos, pero si, explicándole el porqué pasa.
- Relaciones sociales. Fomentando las relaciones sociales con otros niños libremente, no acotándoles amistades según nuestros propios criterios.
- Ámbito cognitivo. Permitir al niño tomar sus propias decisiones, eso sí, informándole de las consecuencias
¿Cómo fomentar la autonomía?
Para fomentar la autonomía hay que seguir 3 pasos en cada aspecto que queramos mejorar:
- Fase de acompañamiento. En esta primera fase realizaremos nosotros mismos las acciones con ellos delante, hablando y explicando por qué lo hacemos, si queremos enseñar a comer solo al niño utilizando el cuchillo le diremos con que mano cogemos cada utensilio y para qué sirven, lo mismo con el cepillo de dientes, pero cuidado, sin pretenderlo también le podemos estar dando malos ejemplos, como de sobreutilizar el móvil, dar gritos, tratar mal a otras personas, etc. Dar ejemplo es muy importante en sentido positivo y negativo. Al mismo tiempo, irle preguntando si quiere hacerlo él también por sí mismo.
- Observar en la distancia y corregir con cariño. Una vez que creemos que están capacitados y ellos así se sienten, les dejaremos hacer, mientras los observamos sin intervenir. Únicamente intervendremos cuando se equivoquen, insistiéndoles en que el error es totalmente necesario para el aprendizaje. Acto seguido les diremos que vuelvan a realizarlo hasta que les salga bien, en ese momento les reforzaremos, elogiando su logro. Pero cuidado, solo lo haremos las primeras veces, después pasará al plano de conducta normal en que damos por entendido que lo sabe hacer bien.
- Confiar en ellos. Una vez que ya hemos visto varias veces que ejecutaba la acción bien, dejarlos solos confiando en ellos, no sirve estar encima mirando, ya que ello les hará daño, porque les hace ver que no confiamos en ellos. Les dejaremos totalmente solos y únicamente acudiremos si nos piden ayuda. Eso les mostrará que tenemos confianza en ellos.